Marruecos 2012
Viernes 30 de Abril 
      
      Dormimos en el camarote de 4, 6 personas, entre catres y suelo. Yo caí   como un lirón, en una de las de arriba, y solo reparé en que emilio y el   cuñao dormían como momias. Un rato antes de atracar, los Lorenzos (que   no el sol) empezaban a dar por saco en el aseo, y reparábamos en que había que empezar a moverse. La tierra del lado melillense empezaba a verse. 
      
      De nada sirvieron los cálculos. Del barco salíamos de los últimos, así   que avisamos al compañero Lupokant de que uno de nosotros se iría con él   a cambiar Dirhams mientras el resto nos dirigíamos a la aduana, para   ganar tiempo. Pero tampoco servía de nada. Eso lo hacía todo el mundo,   de manera que allí nos tuvimos que chupar dos colas extenuantes, una   para sellar pasaportes y otra para los papeles del vehículo, que nos   dejarían medio tontos. Yo no sabía donde poner la riñonera para evitar   males mayores entre tanto empujón... Pero aún así, pasamos enteros. 
      
      Gracias una vez más al amigo Manolo, echamos gasoil, atravesamos Nador y   nos pusimos a pie de la "interminable" sin más incidencias que la de   haber perdido ese rato. Pero estábamos ya con los morros mirando al Sur,   y no nos quedaba otra que llegar a Erg Chebbi a la hora de cenar. Así   que una vez despedidos, carretera y manta. Y vaya carretera. 
      
      De Nador empiezas a bajar por una de doble carril en cada sentido que va   dejando el mar atrás. Luego pasa a uno, y llegas a Guercif, que se   atraviesa pronto, no tiene nada que ver. A partir de ahí, cruzas la   autovía que va a Fes, desde Oujda en la frontera argelina, y entras en   lo que es la verdadera interminable. Primero con buen firme, y luego   peor, estrechándose y haciendo que empiezas ya a conducir "a lo moro",   saliendo al arcén de tierra cada vez que te cruzas con un coche,   mientras miras con recelo los dientes del asfalto roto de los bordes.   Así, horas y horas, haciendo honor a su nombre, pero a buena media.   Vimos nubes, que luego pasaron a lluvia y finalmente a torrenciales,   pisando verdaderos mares al paso de las aldeas que iban ya anunciando   que nos acercábamos a la nacional. 
      
      Y llegó la nacional, la 13, creo recordar. Ya al sur de Midelt, rodeamos   Errachidia y empezamos a oler el predesierto, cuando bajamos los   puertos y sus miradores. Menos agua, abajo, aunque los ríos marrones   bajan recordando lo que está cayendo más al norte, y los charcos del   anochecer de Rissani, nos informan de que allí ha llovido también. Así   vemos por fin el indicador que nos dirige  por asfalto hasta Merzouga. 
      
      Avanzamos por este medio hasta el mismo cruce del albergue Erg Chebbi,   porque queremos entrar con las últimas luces, y allí hacemos ya "libre   albedrío" hacia sus murallas. Emilio, que lleva mi coche, casi pierde el   tope del acelerador y se traga 2 oueds a 80 navegando a rumbo casi   sinadvertir que hay camino hacia nuestro destino. Y nos hacemos la foto   en la entrada aun con un hilo de luz. Ya hemos llegado, y aun no es la   hora de cenar. 
      
      Como si hiciese solo una semana que nos vimos, encontramos a Hassan que   nos sale al paso y nos abrazamos como buenos Habibbi año tras año. Queda   por delante el relax, tomar habitaciones, bajar cosas, el te de   bienvenida, la cena, las copas, las pegatinas, las risas... ya no es   veneno, sino una forma de vida a la que perfectamente nos podríamos   acostumbrar algunos. Estamos en el desierto. Si cierras los ojos, podrás   escuchar el grito de Africaaa! entre las dunas.
    



Sábado, 31 de Abril 
    
Este año Diana se ha tocado más tarde que de costumbre. Las etapas eran   más relajadas, aunque nos encargábamos pronto de complicarlas para   llegar tarde a los destinos. Pero eso no dejaba de ser la forma de   llenar el día de nuevas experiencias. El Sábado, amanecíamos 4 coches y   debíamos acostarnos 5. Se nos adosarían en torno al mediodía los del   Suzuki, toda una duda entre tanto hombre porque aportaba al convoy dos   chicas, y las bromas eran inevitables desde primera hora de la mañana.   Allí, a las puertas del albergue de Erg Chebbi, preparábamos coches y   personas para echar un día de arena casi en su totalidad. 
La intención era, a la vista de que el medio estaba sencillo, abordar la   subida al Oasis de Oubira desde Merzouga. No sin antes comprobar la   ubicación de la nueva gasolinera de Afriquia, toda una bendición para   los que andamos por esas tierras y solíamos desplazarnos a Rissani en   busca de combustible. Ahora lo teníamos en la puerta. Desde ese punto,   apenas unos minutos y estábamos enfrente de Merzouga mirando las dunas.   Bajando presiones, hablando con los locales que recordábamos de otros   años, pero menos gordos, y a embestir la arena siguiendo las huellas de   los camellos. 
Por las emisoras el comentario general se repetía, entre los que ya   habíamos estado al año anterior: Nada que ver. Esto era pan comido. El   aire, se había cambiado por la lluvia de este año para facilitar las   cosas sobremanera. Aun así hubo un poco de emoción esquivando un burro   que seguía las mismas huellas, y es que Tembo ha sido decididamente el   que más obstáculos ha tenido este año frente al parabrisas. Un par de   eslingadas de nada, y estábamos en Oubira. 
Como ya nos habíamos encontrado con Ibrahim en su quad subiendo, no   entramos ni a saludar. Había que buscar ahora la forma de bajar para   marcar el acceso a los del suzuki si llegaban tarde, y ya era casi la   hora de salir a su encuentro en el árbol de la pista del Dakar. De modo   que a bajar... que debería ser mas sencillo que subir. Debería. Nos   costó el doble de tiempo hacer la mitad de distancia, por culpa de lo   cambiado que estaba todo de años anteriores respecto a la cara Oeste.   Decididamente, mejor hacer las incursiones desde Merzouga, más divertido   y sencillo. 
Pero unas cuantas eslingadas después estábamos en la susodicha pista. Y   en uno de los árboles de la zona, que parecían haber proliferado... pero   ni rastro del Suzuki. Comimos con la emisora abierta hasta que   decidimos que ya no eran horas de que llegasen, y emprendimos el regreso   por el Sur para atravesar el erg a la altura del poblado negro, que lo   teníamos menos visto que el extremo norte de Jasmina. Una pista muy   chula de arena con paisajes que merece la pena ver por lo menos una vez   en la vida. 
Y ya tocando la cara Oeste, aparecieron por fin en la emisora los   "perdidos". Quedamos en el mismo Merzouga, en un borde en el que jugar   próximo a por donde habíamos entrado en las dunas esa mañana, y en el   que casi pierdo el coche porque mi copiloto se me va con él... 
Saludos, abrazos, bienvenida a las nuevas, Mariwebber y Laura, y de   nuevo a Oubira. De nuevo por el lado sencillo, y sin entretenernos   porque el plan era subir a la gran duna a pie a ver la puesta de sol. Y   así fue. Costó, porque andar por allí "no es lo mismo", ,peor   disfrutamos de una de las cosas que nos quedaban pendientes en el erg.   Espectacular. 
De nuevo abajo, en busca de Ibrahim, y de la cena. Risas y más risas,   con este personaje salido de una película de cine surrealista, en una   velada de las que no se pueden olvidar y de las que hay que repetir una y   otra vez. Si cierran el Erg, ¿Quién vendrá a verlo? No acabo de   creérmelo... El resto, en fotos.










Lunes 2 de Abril 
  
Fue hace una semana y pico, pero qué diferente y lejano es estar sentado   aquí en casa y amanecer allí en el Erg de Ouzina. Solo quien ha ido   sabe lo difícil que se nos hace volver a lo cotidiano y dejar atrás el   ritmo que siempre acabo aludiendo, implícito a esos viajes en los que   terminas siendo parte del medio por el que te mueves. 
Bien temprano entraba por la ventana el olor a leña quemada de las   calderas, básicamente unos termos eléctricos desechados en algún país   occidental y llevados allí a seguir cumpliendo su misión de dar agua   caliente al viajero. Desayunar y cargar el equipo, con las cajas de   material escolar repartidas, marcó el inicio de una etapa que iba a ser   muy corta, pero que, como siempre, nos dejaría casi de noche en el   destino. Pero no adelantemos acontecimientos. 
Íbamos a llevar el material a la aldea de Ouzina. Lo mejor era que   Jordi, atraído por el carácter de los que íbamos en esta cruzada, se   apuntaba gustoso a acompañarnos. Debió llamarle la atención la forma tan   sana que teníamos de desgañitarnos por las noches. Pero además, las   chicas, tras un día de ruta completo con el grupo, empezaban a   destaparse, y ya nos estábamos riendo de lo que podía llegar a hablar la   Mariweber antes de tomar de nuevo aliento. De Guinnes. Así que partimos   a la aldea, a la par que disipábamos las dudas sobre si el Path gris   podría seguir o no el grupo. Los que íbamos dentro nos tomamos con   sentido del humor lo botes que daba cuando pasábamos cualquier tipo de   bañera, pero, como todo, tiene un período de aprendizaje, y creo que   ningún otro día botamos tanto como los primeros kms hechos sin   amortiguadores. Acelerador, freno, suavidad, y cada vez un poco mejor.   Ahora faltaba pasar la nota de lo que se resentirían las transmisiones y   rótulas por el mayor cimbreo... Pero e insisto en ello, sin balonas,   esto no habría sido posible. 
La aldea de ouzina es un conjunto semi amurallado de casas todas de   adobe, que se protegen como pueden del viento y las tormentas de arena,   en el que Jordi y otras personas han ido aportando una mano de ayuda que   donde primero se ve es en su apertura hacia los occidentales, en cómo   nos miraron y trataron desde que llegamos. Al aparecer por la escuela,   el maestro, que tenía 3 niveles distintos en el mismo aula, nos integró   en la clase como si fuésemos la materia más importante a dar en el día, y   nos enseñó abiertamente todo lo que quisimos y más, sobre los métodos,   los chavales, el material del que disponían (hasta unos ordenadores les   habían traído que mimaban como oro en paño), y el funcionamiento de la   pizarra, para atender a esa diversidad del aula. 
Allí pudimos hasta fotografiar el alfabeto bereber, que se utiliza de   izquierda a derecha como el nuestro pero que consiste en pictogramas, y   los trabajos de dibujo de los chavales, algo muy positivo para que los   míos vean cómo un mismo concepto gráfico varía de un país a otro. En   fin, que hasta vimos cómo hacen el pan, en un sitio en el que te haces   humilde, pero que a la vez te puede enseñar mucho sobre la verdadera   felicidad. 
Y como la etapa era corta... seguimos las ofertas de Jordi, y dimos un   primer rodeo para acabar en el track pasando por unos sitios   impresionantes... y otro más, para llegar hasta una garganta que ni en   las fotos podéis apreciar. Definitivamente, el año que viene, 3 días en   Ouzina. ¿Que si hubo eslingadas? Medidas en la misma proporción que el   disfrute de los eslingados. Hasta en el sitio más inverosímil, por no   bajar presiones al estar en medio de una ruta pedregosa a trozos, puedes   acabar enganchándote. Hubo una rampa de arena que se le resistió a más   de uno, pero al final todos pasamos. Sí, son sitios infranqueables sin   reductora. Y así nos dio la hora de comer. Nos despedimos de Jordi,   hasta el año que viene, y enfilamos a las inmediaciones de Remlia en   busca del cobijo de una acacia. 
Comida, cada día un menú diferente, las hornillas a tope, las mesas y   las sillas de director (ejecutivo) padentro y pafuera, el café... ha   sido un Marruecos de disfrutar cada momento, sin prisa pero sin pausa.   Organización alemana con la filosofía española... 
Y llegaba el momento de ver por dónde cruzábamos el río de fes fes, que   por las lluvias que caían al norte, podía llevar agua. Fuimos siguiendo   todo el rato el track que me había dibujado Jordi en el pc de coche,   hacia una zona de dunas móviles, y un cruce con posible barro. Lo   primero, las dunas, serían móviles en sus ratos de ocio, pero dejaron a   algún coche clavado por hacer la gracia de la foto con uno encima de   cada una de ellas. A pesar de ellos, conseguimos cruzar más o menos   pronto, ya estaba cayendo el sol, hasta la última pared de arena que   formaban. Llegamos, más aun, hasta un punto en que decidimos asomarnos a   pie a ver si había barro o no, pero el rumor que escuché de fondo más   que a barro me sonó a agua... "chicos, tenemos delante un pedazo de río   de 20 metros de ancho". Habíamos menospreciado la cantidad de agua   caída, y ahora teníamos que cruzar aquello de alguna forma. 
Sin perder tiempo, seguimos unos cuantos el pateo aguas arriba con la   esperanza de encontrar una zona estrecha, o de piedra, pues la orilla   era una barrera de barro arenoso infranqueable ni a pie ni en coche.   Ortofotos, mapas de garmin, mapas de los que me pasó nuestro amigo la   noche anterior... el pateo no daba resultado y había que actuar ante   aquel obstáculo natural antes de que cayese la noche. Javi y Tembo   fueron a explorar al sur, y dieron con unos suecos que decían haber   cruzado. Les indicaron la posición de paso y nos juntamos con las   emisoras en el punto, para una hora y media después de haber llegado al   rio, por fin, atravesarlo. Solo hubo que dar con una zona pedregosa...   que en las decenas de kilómetros del paso podría haberse hecho eterno. 
Ahora solo nos quedaba la bajada por el desfiladero de Mharrech, muy   bonita (dicen) de día, y que acabamos haciendo en plan libre albedrío en   la oscuridad de la noche del desierto. Focos al poder... bajo el ritmo   de semana santa de la carga dando saltos en mi maletero. Estábamos allí   para disfrutar, y después de un día entero haciéndonos al coche sin   suspensión, no íbamos ya a dejarlo mientas la mecánica nos lo   permitiese. Y en eso y otras cosas estábamos pensando cuando vimos por   fin los exteriores de los albergues de la garganta. En el nuestro nos   esperaban ya ansiosos, para darnos a grandes dosis la hospitalidad, en   forma de descanso, ducha, cena y tertulia sin la que cada jornada no   sería lo mismo. 
Otro sitio en el que repetir, enormemente recomendable, y otro acierto   de este año. Entre risas, les alegramos la estancia  también a los   locales, y nos fuimos apagando hasta que fue la hora de dormir. Prueba   superada. Seguimos adelante. 








Martes 3 de Abril 
  
Entre los contrastes de una bajada a Marruecos, no podía faltar el del   amanecer en una garganta del predesierto africano, rodeada de montañas   en las que se apilaban piedras caprichosamente, que con la luz de las   primeras horas del día, parecían pastores que nos observaban desde lo   alto. Hacía bastante fresco, y hubo que espabilar a los locales, que no   se enteraban ni de la hora de su país, ya que el cambio allí nos pilló   en pleno viaje y no parecía haber llegado a todos los rincones del   territorio. Así que nos hicieron tardar un poco en desayunar, tiempo que   aprovechamos para dejar los coches en orden de salida. Así que tras el   desayuno nos enfrentamos a una etapa ya modificada en el albergue de   Jordi, donde nos informamos de que el final de la llegada por pista   hasta Mhamid, era tan pedregoso, que con los amortiguadores en mal   estado (o estado de ausencia, vamos) sería inviable. 
Así que nos despedimos de Alí con un peluche para su hijo menor, y   partimos hacia donde se abre la garganta. Esperábamos ver la gran   llanura que el año pasado nos perdimos por culpa de la tormenta de   arena, limpia y lista para ser atravesada a buen ritmo, y, en su lugar,   nos encontramos con una extensión atravesada por ríos de barro con ganas   de engullirnos. Tembo, especialista en barros, pasó el primero de   cuatro con dificultad pero a la primera. Pero luego vinieron los   atranques... y es que solo había manera de pasar si entrabas a tope,   olvidándote de los amortiguadores y todo lo demás. Así que unas cuantas   eslingadas después y para diversión de los pastores que había por allí,   fuimos cruzando uno a uno los oueds finalmente escoltados por Ali, que   bajaba a Tafraut, el pueblo más cercano, en su pick up. 
Ya veíamos en el reloj cómo habíamos perdido mucho más tiempo del   esperado en ese comienzo de la etapa, y nos apresurábamos en recuperar   la media de Javier, cuando nos llegaba la segunda parada del día: Un   grupo de españoles buscaba a un motero que se les había despistado.   Hablaba Tembo con ellos por la ventanilla mientras yo esperaba un poco   más adelante. Al cabo de un momento, el Quad me adelantaba y unos metros   más adelante daba una vuelta de campana de manera que quedaba volcado   delante nuestra con el sillín de cara sin ver al piloto por ninguna   parte. Nos plantamos allí en segundos, y nos lo encontramos   semiconsciente, con el casco rajado y con una pierna menos... que nos   hizo tragar saliva hasta darnos cuenta de que el pantalón estaba cosido   detrás: al menos en ese accidente no había sido. 
Entre todos nos dividimos para atender lo mejor que supimos al   siniestrado, nos adelantamos para avisar al resto de su grupo, volvimos   el quad que estaba perdiendo combustible, y les acompañamos hasta   Tafraut donde había consultorio médico. Final feliz que podía haber   acabado mal, y es que si es difícil pilotar un quad, con una pierna,   más. Esperamos noticias de ellos estos días. 
Tras el mal trago, seguimos dirección Zagora con la información de que a   diferencia del año pasado, era pista compactada y más adelante obras de   carretera. Lo que también iba a diferir, era la tromba de agua que nos   cayó con vadeos incluídos hasta la hora de comer, ya a pie de dichas   obras. Como el terreno era pedregoso, en cada parada logística me   asomaba a ver los amortiguadores, y el "reparado" en Ouzina permanecía   en su sitio. Pero el otro, siguió su mismo camino soltándose poco a poco   a mitad del trayecto. Ya no había lugar de repetir todo el tinglado de   la noche anterior... así que terminé de desenroscarlo, y lo eché al   maletero. Así, dejando los anclajes en el chasis, desmontar un   amortiguador es cosa de 1 minuto de reloj. 
Después de comer, entrábamos en las obras de barrillo compactado de la   carretera, casi tan divertidas como la pista resbaladiza alternativa, y   nos fuimos encontrando, a medida que nos acercábamos a Zagora, a los   "buitres" de los talleres tan famosos de esa ciudad rondando coches con   necesidad de alguna reparación. Uno de ellos me dijo viéndome el culo   que tenía los amortiguadores traseros mal... a lo que respondí que no es   que los tuviese mal, sino que no estaban donde debían estar. Intentó   venderme unos OME, peo después de mucho pensar durante el trayecto,   decidí seguir sin amortiguadores. Un día más y se acababa lo roto, y si   había llegado hasta allí con ellos muertos... 
Zagora es la misma de siempre. Bulliciosa, llena de coches, gasolineras,   talleres, cafeterías... un baño de civilización tras unos días lejos de   ella. Perdimos el tiempo que nos quedaba lavando los coches, y tomando   un café, que bien podíamos haber aprovechado de otra manera, pero el   devenir de la jornada no nos dejaba parar a meditar mucho, así que   salimos con el sol cayendo hacia Mhamid, en busca del camping que nos   había recomendado un mecánico que aun me está esperando en el taller... 
Y en la última ciudad antes del Sáhara nos aposentamos, concertamos una   vez más la cena, y nos fuimos de tiendas, toda una novedad hasta ese día   en las  jornadas anteriores. No terminó el día hasta que tuvimos   nuestro rato de risas en la haima más marchosa del camping, gracias a   que el techo de tela se había convertido en una improvisado cementerio   de ratones... ¿O era nuestra imaginación?







Jueves Santo, 5 de Abril 
  
En Foum Zguid habíamos regateado un camping Emilio y yo con habitaciones   que no estuvo nada mal, aunque a todas luces el dueño, por bajar el   precio al máximo, acabó haciendo cábalas hasta con la leche del   desayuno. Hay que entender que ellos también sufren la crisis, y hacen   un gran esfuerzo por quedarse con el cliente allí donde hay competencia.   Pero al final pegó el viaje a por más en 5 minutos de reloj, a pesar de   lo de que la prisa mata... 
En esta etapa íbamos a sacudirnos de polvo y arena a base de un buen   tirón de asfalto. Más de 300 kms hasta Tinherir; ciudad de las Gargantas   de Todra, quizás de las más espectaculares de Marruecos. Y los   kilómetros de asfalto tienen menos argumento que los de pista en nuestro   mundillo. Decidimos tirarle sin muchas paradas, para mejorar las medias   que teníamos de risa en los contadores del coche, y apenas paramos en   un mirador y en una aldea con un curioso templete. Eso sí, a la hora de   comer, aprovechamos para echar un buen rato. 
Nos llevaron a un sitio en el que a base de platos menudos (hay lugares   más espléndidos como el de la reciente cena de Foum Zguid, y otros más   rácanos como el de esa comida) acabamos comiendo y descubriendo un queso   expectacular, típico de la zona. También aprovechamos esa parada para   arreglar el manguito de aire del turbo del Jeep que se había rozado con   un brico, y nos sirvió para echar un ratejo en un herrero bastante   servicial. 
A Tinherir llegábamos con mucha luz de día por delante. Subimos directos   al camping del año pasado y pillamos habitaciones, para bajar   inmediatamente de tiendas, que ya hacían ganas tras tanto rodar por   parajes perdidos del Sur. Esta es una ciudad comercial que se presta al   mercadeo, y tras un repaso de la media que ya casi conocemos tras dos   años, acabamos en una tienda casi familiar en la que enredamos hasta lo   insospechado con el dueño, creo que hasta hicimos el moro y mangamos   cosas de dudosa utilidad... a falta de probarlas   científicamente.  (léase Ginseng marroquí). Al parecer incluso el aceite de Argan que llevaban algunos en su lista,   estaba más barato en Tinherir que en la elegante tienda de Zagora. ¿no?   Bueno es saberlo. 
Finalmente, a cenar repitiendo también sitio, pues ese era de los que se   hacen querer; cous cous, tajines, brochetas y demás delicatessen a   precio de risa. Y risas, muchas risas, gratis. Por cierto y hablando de   pruebas, a toro pasado, podemos confesar que echamos en el thé de la   Mariwebber un supuesto afrodisíaco marroquí... que le dio un sueño   galopante. Se quedó frita la primera en el camping... contra todo   pronóstico. Mientras, los demás, para variar, poníamos pegatinas...




7 de Abril 
  
Pues sí, el viaje iba tocando a su fin. Al haber dado el salto de kms el   día anterior, nos permitíamos el lujo de hacer con toda la calma el   trayecto de Guercif a Nador, con la idea de llegar para comer. En estas   etapas de asfalto pocos "imprevistos" se podía uno encontrar... solo,   las ganas de parar nos hicieron estar un buen rato disfrutando de un   mercado y un the en una población del trayecto. Allí pudimos comprar   alcachofas para los bocadillos, tomates, pimientos, habas, guisantes...   es un lujazo comerse unas verduras de calidad y sabor como las que se   hacen allí lejos de los invernaderos, en las cuencas de los ríos, y a   unos precios de verdadera risa. 
Luego, hicimos uso de los flamantes mapas topográficos de este año, para   localizar en el pc del coche el hotel que nos había recomendado   Lupokant. Y nos trazamos la ruta para llegar a él en Nador. Pero estaba   cerrado por reforma. Nos sonaba otro por el nombre, pero el precio era   superior a los que solemos ir en España, a pesar de una recepción   bastante cutre... así que puestos a ahorrar y gastarnos los chavos en   pescado, nos metimos en uno de esos que salían en las guías de viaje en   blanco y negro. Eso sí, barato barato, y en pleno centro, junto a la   estación de autobuses. 
Una vez descargados, aparcados casi en la puerta y comprobado que no   había más chinches de los estrictamente necesarios, y que el retrete   como era de esperar estaba bien embozado, salimos a buscar la comida. Y   no hubo que ir muy lejos, por lo bien situado del local. Allí mismo, en   un sitio de comida rápida (y tan rápida, se acabaron las parsimonias de   sur) nos jamelamos unos pollos asados y brochetas con patatas y   ensalada... a pollo por cada dos creo que no quedaron muchos con hambre,   aunque juraría que en España los asan más grandes. 
Luego, de zocos, tiendas, y ya a la tarde, más zocos y más tiendas, pero   en otra parte de la ciudad, dando un paseo que nos sentó divinamente (y   para el que no hizo falta taxi). Nador es una ciudad que poco tiene que   ver con lo que dejamos atrás los días anteriores. Aunque me pareció ver   más pañuelos que en otros sitios de la costa... 
Finalmente y tras estudiar más de una opción, nos metimos en un bar   bastante recomendable, en el que nos atendieron en un español como el   nuestro, para inflarnos a arroz de marisco y pescado de la zona, hasta   casi reventar. Toda una última cena con la que celebrar que un año más,   habíamos disfrutado del Sur sin incidencias que lamentar y que volvíamos   con las pilas cargadas, para ver con otros ojos todo lo que nos   habíamos dejado aquí. 
Y nos queda aun tanto por disfrutar...



Domingo 8 de Abril 
  
Esa mañana tocaban retirada. Lo que hasta entonces había sido una   rutina, ahora era una despedida. Ya no cargábamos los coches con la   misma alegría, a pesar de un día que había amanecido soleado y de que la   ciudad estaba en calma, por ser Domingo. Aun así, la sonrisa de haber   cerrado un círculo perfecto, no nos la quitaba nadie. Ni la idea de   volver a tener que pasar la aduana... 
Como sabíamos que esa labor iba a ser tediosa, nos dirigimos sin dar más   vueltas por Nador hacia Melilla. Y deshaciendo track llegamos a las   "puertas de Marruecos" y a la característica techumbre herrumbrosa de   los pasos fronterizos. Allí, efectivamente, nos esperaban más   apretujones, gritos, colas, gente malhumorada colándose, sacaperras de   los que pasamos olímpicamente... y al final de tanto desorden, las   garitas españolas con los nacionales. Estábamos en Melilla. Bienvenidos a   España. 
De lo de dar una vuelta por nuestra ciudad fronteriza, nada. Parecía que   el coche iba solo, y sin darnos cuenta, estábamos en el aparcamiento   del puerto. No se qué tenía que hacer Carlos, qué tenía que comprarle yo   a mi madre... que lo dejamos atrás como si nada. Y el resto fue casi   automático: Canjear tarjetas en una máquina, cola de embarque, subir al   barco... todo el tiempo que creíamos nos sobraba se difuminaba y   estábamos más o menos a la hora a bordo. Cuánto se tarda en pasar... 
Esta vez sí estábamos en el buque que nos correspondía, mucho mayor, y   menos lleno. Nos dirigimos a los salones de proa, dispuestos a la larga   travesía, y allí fuimos diluyendo las horas que nos quedaban de nuestro   particular grupo de viajeros, con nuestras risas, fotos, intercambio de   ficheros, almuerzos, alguna siesta y de nuevo risas. Dejábamos atrás una   vez más Marruecos: Destino que tantas ilusiones acapara a lo largo del   año. Empezaba una nueva cuenta atrás. Y se cerraba la sexta bajada desde   que, en 2007, pioneros con nuestros Tucson, decidiéramos echarnos al   mar en busca de algo entonces desconocido. Algo que hemos ido llenando   con una experiencia sobre aquel mundo, que a pesar de ser un paréntesis   en nuestras vidas, conocemos ahora casi mejor que nuestra tierra. 
Esperamos en 2013 compartir con algunos de vosotros este viaje que aun en su séptima edición, será irrepetible. ¿Os apuntáis?